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¡TODOS A LOS CUADROS!

  Cuando se supo que la Virgen de la Granada de Fra Angélico iba a incorporarse al museo del Prado, la reina María Luisa de Parma decidió ipso facto que un acontecimiento de tal calibre merecía celebrarse por todo lo alto. En cuanto la Virgen estuvo instalada y el museo cerrado, agarró con firmeza de la mano a sus hijos pequeños y fue ella misma a darle la bienvenida.   —¡ Ave María Purísima! — saludó en voz bien alta la reina. — Sin pecado concebida — contestó la Virgen con un hilo de voz. — Señora, es un privilegio extraordinario contar con vuestra presencia. Una obra maestra como vos no sucede todos los días. Permitidme agasajaos con un pequeño convite nocturno en vuestro honor. Tras un silencio que pareció durar una eternidad, la Virgen, con voz pastosa, contestó: — Majestad, os doy las gracias, pero ahora solo deseo descansar. El viaje en la caja ha sido largo y muy incómodo. — Señora, — replicó la reina, que era muy amiga del jolgorio — , perma

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